El
tiempo pasó y el Calienta-Bragas, que había mantenido un affaire
con la Come-Babas (un asco todo) reveló su verdadera naturaleza,
empezó a pasar de ella para ir a ofrecerse a follar a cualquiera. Y
como la venganza es un plato que se sirve frío... pues aproveché la
situación. Por fin pude devolvérsela a la Come-Babas (esta y las
otras juntas) Sabía que aquel golfo no iba a durar mucho con ella,
que además se había encoñado de él (y no la culpo, la verdad) y
entonces se presentó mi oportunidad.
Rapt d'Hylas par les nymphes - Pal Massimo |
En
una de las últimas noches de verano que íbamos a pasar juntos los
colegas aquel año hubo una gran fiesta por todo lo alto, eran ya las
tantas de la madrugada y recuerdo la escena perfectamente; a mí me
estaba comiendo la oreja un madrileño que me intentaba convencer
tristemente para que me fuera con él a follar. Le faltaban tablas y
labia al chaval, era una cara bonita pero más soso que
un pan sin levadura. Mientras yo lo rechazaba observaba de lejos otra
escena. El Calienta-Bragas se estaba intentando quitar de encima a su
vez a la Come-Babas que también lo intentaba convencer a él para
irse juntos a casita, pero él le daba largas y me miraba a mí de
reojo. Calienta y yo estábamos pensando en la misma cosa, esa noche
íbamos a follarnos entre nosotros. Nuestras miradas se cruzaban varias
veces atrayéndose y entonces ambos nos hicimos una mirada definitiva
y deshaciéndonos de nuestros acosadores individuales, nos fuimos por
fin juntos a su casa. Iba a arder Troya, y Roma y París si hacía
falta. Me abrasaba en las entrañas aquel resquemor, la perspectiva de poder por fin llevármelo al catre, aquel deseo de
empotrármelo contra la pared, aquel fuego apagado por las
circunstancias. Quería el reconocimiento a tanto esfuerzo cosechado,
a tanto desprecio, quería mi premio y mi venganza, me la había
ganado por derecho propio. Lo quería a él, su mente y su cuerpo,
aunque solo fuera por una noche.
Entramos a su cuarto y lo más excitante de todo no es que por fin fuera a follar con el objeto de mis más oscuros deseos, no, lo mejor era el morbo implícito que tenía la situación porque (¡oh, casualidades de la vida!) resultaba que la Come-Babas tenía su habitación justo encima de la de él y con aquellas paredes de papel iba a poder oírme gemir bien a gusto y en estéreo. ¡Dios existe/Viva el Karma!
Entramos a su cuarto y lo más excitante de todo no es que por fin fuera a follar con el objeto de mis más oscuros deseos, no, lo mejor era el morbo implícito que tenía la situación porque (¡oh, casualidades de la vida!) resultaba que la Come-Babas tenía su habitación justo encima de la de él y con aquellas paredes de papel iba a poder oírme gemir bien a gusto y en estéreo. ¡Dios existe/Viva el Karma!
Para
empezar pusimos un poco de música reggae y se lió un fly.
Mientras fumaba sentado frente al ordenador yo me subí encima suyo
de espaldas a él e iba mirando la lista de canciones. Entonces
empezó a magrearme los pechos suavemente y besarme por todo el
cuello hacia los hombros... por mi espalda corría un torrente
eléctrico que me bajaba por la nuca y fue entonces cuando me giré
cara a él y empezamos a besarnos... ¡y como besaba el jodío! Era
un experto con los labios, le quite la camiseta y asomó ese cuerpazo
bronceado, él me quitó la mía y se aferró a mis pechos con su
boca y sus manos, me manoseaba toda, yo lo sobaba todo, sus manos
recorrían todas las curvas de mi cuerpo, eran delicado y ardiente a
la vez, éste sabía lo que se hacía, había follado mucho y se
notaba, grandísimo hijo de puta, ¡cómo me ponía! Nos desnudamos
el uno al otro sin dejar de magrear nuestros cuerpo con las manos, la
boca y la lengua del otro, nos entendimos de puta madre, por fin lo
tenía a mi alcance, había valido la pena esperar. Era un puto dios
desnudo y yo era su diosa. Su polla era perfecta; ni muy grande ni
muy pequeña, recta, larga, gruesa, me la metí en la boca poco a
poco saboreando centímetro a centímetro su fruta prohibida, era
dulce y sabrosa, me hubiera quedado años chupándole la polla.
Entonces me agarró y me subió a la cabecera de su cama y teniendo
su cara bajo mi sexo empezó a comerme el coño como los mismísimos
ángeles caídos, con fuego y dulzura, con ímpetu y cariño. Yo me
corría del gusto sentada en su cara apoyando mis manos en la pared
mientras mi espalda se curvaba, gemía del placer como una perra en
celo y gritaba como si estuviera en una matanza de cerdos, aquello
era lo más, una sensación indescriptible... quería correrme más y
más.
Después
se puso encima mía y por fin metió su polla dentro de mí, ¡estaba
tan ansiosa! Aquello era el puto paraíso, nos entendimos a la
primera perfectamente, contoneaba las caderas y me penetraba con un
ritmo perfecto, se notaba que era un follador nato, se le daba muy
bien, maldito bastardo, se movía con una avidez y soltura que en
otra época hubiera podido ser el puto Genghis Khan*.
Nos quedamos
follando lo que quedaba de noche y volvimos a repetir a la mañana
siguiente. Mis aullídos volvieron a resonar por toda la casa, era un gozo que no quería que acabara nunca. Nos compenetramos tan bien que me
recordó a uno de mis novios; tenían el tipo muy parecido
(incluyendo la tobillera de macramé) y follaban igual de bien. Fue pura pasión y deseo pero a la vez me lo hizo con tanto cariño y atención que aquello era follarme la mente también. Sabía que no podría quitármelo de la cabeza tan fácilmente. Demasiado bueno para durar. A la
hora de la despedida volví a la amarga y triste realidad. No
volvería a probar aquel sabor nunca más, no volvería a follar con semejante cuerpazo, no volvería a oler a ese macho cabrío que destilaba puro sexo por los poros. Por fín había obtenido mi venganza sí, pero el sabor era agridulce.